Hace tiempo que en el
pueblo,
según pude yo saber
que unas clases de
bolillos,
se estaban dando ¡que bien!
Como me gustó la idea
allá fui y me apunte,
pero nunca yo pensaba
que los pasara tan bien.
y ya desde el primer día
solo amigas encontré,
pues tanto compañerismo
jamás yo imagine.
Tampoco me imaginaba
que tanto me cautivara,
y que una simple labor
de esta forma me atrapara.
Hace días vino a mi casa
mi mejor amiga, Inés
y como es de confianza
con ella me sinceré:
Voy a contarte un secreto
siéntate y escúchame:
¡Soy infiel a mi marido!
¡No es posible! ¡No me
digas!
¡No me lo puedo creer!
¿Es acaso el butanero?
¿O el fontanero, tal vez?
¡No digas majaderías!
Pues entonces, ¿Quién es
él?
¡El bolillero mujer!
No se que magia que tiene,
y que garra y que poder,
que muchas cosas de casa
me las dejo sin hacer.
Por la noche cuando llega
la hora de descansar,
¿vienes a dormir, cariño?
él me suele preguntar,
y yo fingiendo trabajo,
así le suelo contestar:
ve tú delante, yo ya iré
pues cosas en la cocina
aún tengo que recoger.
Y al comprobar que ya
duerme,
despacito y con sigilo,
saco el cuerpo del delito,
con su agradable ruidito
voy moviendo los palitos
hasta después de las tres,
con razón nuestra maestra
al comprobar el trabajo
ve tan deprisa crecer
que acostumbra a
preguntarnos:
¿Pero no dormís, o qué?
y empiezo un encaje nuevo,
y sigo pensando en él,
¡que bonito va a quedarme!
¡un buen marco le pondré!
Pues bien, ya sabes
mi historia,
mi querida amiga Inés.
¡Ven tú también con
nosotras
y lo pasarás muy bien!
y a todas las que se
aburren
yo las quisiera invitar,
¡que se vengan con
nosotras!
¡verán lo que es
disfrutar!
pues gozaran de viajes
allí donde encuentros hay,
harán muchas amistades
y depresiones no habrán.